Los agremiados sindicales son obligados a formar parte de todos los proyectos de la lideresa, incluyendo su precampaña política en MORENA; Burócratas de gobierno se amparan en los sindicatos para no trabajar

Para nadie es secreto que la “defensa” de los derechos laborales es un negociazo para los pseudolíderes que amasan grandes fortunas a costillas del dinero de los trabajadores y del pueblo, como es en el caso de los sindicatos de gobierno.

Francisca Reséndiz Lara es una mujer que llegó a San Luis Potosí con una mano adelante y otra atrás, proveniente de la Huasteca (de donde huyó porque no vio negocio redituable). Su poder y dinero han llegado al absurdo que la señora, que tiene 20 años sin trabajar, tiene una casa con valor de 29 millones de pesos en el Club Campestre, una de las zonas habitacionales más exclusivas de la capital potosina.

Francisca Reséndiz, mejor conocida como “la Paca”, tiene su base laboral en la Secretaría de Desarrollo Social, es nivel 13, pero tiene 20 años sin trabajar, no se para en la oficina ni para pasar lista, mucho menos para servir al pueblo potosino del que vive.

Reséndiz encontró en la supuesta defensa de los derechos laborales el nicho ideal para amasar su fortuna. Es hábil en el convencimiento de trabajadores de gobierno a los que les promete no sólo la base sindical, sino un nivel 11 para ganar unos 50 mil pesos mensuales, a cambio no sólo les exige el pago de una cuota mensual, sino que deberán estar disponibles para participar y formar parte de todos sus proyectos, incluyendo los políticos.

Es público el desprecio que Reséndiz Lara siente por los pobres, a los que sólo ve como oportunidad de exprimir el poco dinero que tienen. Formó el Sindicato Independiente de Trabajadoras y Trabajadores de Gobierno del Estado, sindicatos de maestros, de policías, de trabajadores de la zona industrial, sindicatos municipales, es decir, todo un negociazo de la mujer cuya ambición no tiene límites.

A finales de 2020 negoció con el líder estatal de MORENA, Sergio Serrano, la candidatura a la gubernatura de San Luis Potosí, ambos sabían que ese proyecto no tenía oportunidad de prosperar, pero quisieron usar la posición como medida de presión y de negociación política.

En San Luis Potosí, MORENA es un partido sin liderazgo, fracturado y dividido en cacicazgos que obedecen a intereses personales, muy alejados de los ideales de la cuarta transformación impulsada por el presidente López Obrador.
Francisca Reséndiz y Sergio Serrano no tuvieron el apoyo de la militancia potosina ni de la nacional, el encono llegó a tal nivel que Mario Delgado, dirigente nacional, optó por regalar la candidatura a la priista Mónica Rangel, el resultado es por todos conocido.

Durante los meses de precampaña, Reséndiz Lara obligó a sus agremiados sindicales a participar en sus eventos políticos, protestas en la capital potosina y en Ciudad de México. Debieron desembolsar dinero extra para el pago de lonas y otra propaganda política bajo la amenaza de que quien no cooperara sería expulsado del sindicato, todos doblaron las manos y gritaron por avenida Carranza “Viva Francis, Viva Francis, Viva Francis”.

A través de las amenazas, la presión, la intimidación y el chantaje, Francisca Reséndiz y el SITTGE han logrado durante años “derechos” laborales para los trabajadores de gobierno que rozan en lo absurdo. A diferencia del resto de trabajadores potosinos, los de gobierno trabajan de 9 a 3 de lunes a viernes, a veces menos.

Durante la pandemia del COVID gozaron de vacaciones pagadas por año y medio, sólo volvieron a las oficinas cuando sus lideresas los llamaron para protestar y exigir más dinero, el resto del tiempo se les vio de turistas en los pueblos mágicos y playas de México.

Cuando los ciudadanos de a pie acuden a realizar algún trámite gubernamental, los sindicalizados los reciben con malas caras, groserías y no resuelven sus problemas, al contrario, se los incrementan con burocracia que vuelve interminable un simple trámite de una acta o una licencia. Los burócratas son víctimas de sus lideresas y se desquitan con la ciudadanía.

Francisca Reséndiz se niega a soltar el control del SITTGE, sabe que al hacerlo cierra la llave de los millones de pesos que cada mes se transfieren a sus cuentas bancarias. Hacerlo significaría decir adiós a las camionetas de lujo, a las bolsas de marcas europeas, al despilfarro y a la vida cara que tiene a costa del dinero de los trabajadores y el pueblo potosino.

Francisca Reséndiz, al igual que el resto de las lideresas sindicales, personifican lo peor de la corrupción priista y panista. Están en contra del cambio y en contra del pueblo de San Luis Potosí.

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